El pollo es una carne asequible que se encuentra al alcance de todos los bolsillos. Pero nos aburrimos de tener que cocinarla siempre igual, ¿verdad?
¿Y por qué hay que aburrirse de comer pollo con la infinidad de maneras diferentes en las que se puede preparar? Además, el límite de la cocina es la imaginación, y de eso ando bastante sobrado, así que me he propuesto sorprender con una receta de pollo que se sale de lo habitual pero que está riquísima. Aquí tenéis la imagen de la receta:
Y aquí podéis ver la lista de ingredientes:
- 4 pechugas de pollo enteras
- 1/2 cebolla
- 100 g de anacardos tostados y salados
- 4 cucharadas soperas de puré, mermelada o confitura de melocotón
- 1 copa de moscatel (100 ml)
- 1/2 litro de caldo de pollo (también sirve caldo de carne)
- 4 cucharadas de aceite de oliva
- Pimienta molida
- 1 pizca de canela
Abrimos las pechugas como si fueran un libro, para lo que las cortamos en dos sin llegar a separar los filetes. Los extendemos sobre una tabla y los reservamos.
Rompemos los anacardos con un mortero pero sin llegar a triturarlos del todo y los mezclamos con la mermelada de melocotón. Mezclamos bien hasta consguir una pasta.
Rellenamos las pechugas con la mezcla de melocotón y anacardo y las cerramos con unos palillos o un hilo de bridar (mejor esto segundo). Picamos la cebolla.
Ponemos a calentar el aceite y cuando esté caliente sellamos las pechugas por todos los lados. Cuando estén selladas las retiramos y las apartamos en un plato. Añadimos la cebolla en el mismo aceite en el que hemos hecho el pollo.
Cuando la cebolla esté dorada añadimos el moscatel y subimos el fuego al máximo. Dejamos que el alcohol se evapore y le incorporamos el caldo. Dejamos que hierva y cuando rompa volvemos a poner las pechugas. Bajamos a fuego suave y tapamos. Dejamos que las pechugas se cuezan entre 15 y 20 minutos.
Cuando haya pasado el tiempo retiramos las pechugas, colamos la salsa y volvemos a poner a fuego fuerte para que se consuma. Si queremos que espese un poco más podemos añadir medio vaso de agua fría con una cucharada de harina disuelta.
Cortamos las bridas o retiramos los palillos. Cortamos en rodajas y salseamos un poco por encima. También podemos poner un poco en una salsera para que los comensales se sirvan más si quieren.